lunes, 6 de marzo de 2017
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El Taj Mahal y su razón de ser Por Abraham Cababie Daniel
Uno de los destinos turísticos más populares con justa razón es el
Taj Mahal, una de las grandes obras de la humanidad y por ello declarada como
Patrimonio de la Humanidad. Y para ser justos, lleva mucho más tiempo en la
tierra que algunos países como tal, puesto que este complejo de edificios se
empezó a construir en 1631 y tardó veintidós años en terminarse, lo que sucedió
en 1653 por orden del emperador Sha Jahan.
Hasta hoy, el Taj Mahal se ostenta como una de las grandes obras
arquitectónicas de la cultura mongólica, aunque también tiene elementos
islámicos, persas, turcos y por supuesto, indios. Una de sus grandes
características es la proporción que guarda en la simetría entre sus elementos;
de hecho, la única que existe es que el emperador que mandó construirle fue
enterrado en el mausoleo al lado de su esposa.
El elemento que resulta más llamativo es la cúpula acebollada, que
es algo distintivo de la cultura islámica, mientras que en su grabado hay
alusiones a la flor de loto y para coronarle, en la punta hay un ornamento que
resulta hasta discreto.
Las que están a los lados no son sino chattris, que básicamente son
una forma de kiosco, en cualquiera de las estructuras, éstas bajan hasta
encontrarse con un tambo que funciona como conector y soporte.
También hay cuatro pares de arcadas o portales propios de la India,
mientras que arriba de la puerta principal tienen insignias del Corán. A los
lados, le hacen guardia unas torres similares a faros.
Hay una atención inusual en los detalles más pequeños que fomentan la
leyenda de que el emperador mandó a amputar las manos de todos los artistas
involucrados para que no pudiesen volver a hacer algo de tal magnitud. Aunque
por supuesto que es sólo una leyenda.
Abrahama Cababie Daniel
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